En ocasiones me gusta jugar a que estoy enamorada. Es un juego bastante
simple y ayuda a pasar el tiempo más que cualquier otra cosa que he probado.
Para jugar, primero es necesario elegir a una persona al azar. Tiene que
ser completamente aleatorio porque de otra forma no se corresponde con la
realidad y el juego pierde la gracia.
Lo siguiente es ocuparte de pensar en esa persona unas cinco o seis veces
por día. La meta es no poder sacartela de la cabeza, pero cuando recién empieza
el juego con esa cantidad de veces ya basta. Eventualmente tu cerebro se va a
adiestrar en recordar a esta persona todo el tiempo y te vas a encontrar a vos
mismo asociando sus ojos a la intensidad del brillo del cinturón de Orión.
Ahora hay que tener timidez para hablarle. No, no podés simplemente
escribirle un mensaje, llamarla por teléfono, o saludarla por la calle. Es
necesario que dudes cada vez que vayas a iniciar una conversación, titubees en
enviar el mensaje cada vez que lo escribas (escribir y borrar unas dos o tres
veces también es aconsejable) y te tapes los ojos cuando ves que efectivamente
se envió. Cuando quieras contestarle, deberás decir incoherencias, aparentar
nerviosismo y quizás sudar un poco. Mientras más detalles quieras ponerle a
esto, mucho mejor. Uno puede armar su propia personalidad enamorada, o bien
jugar a ser otra persona.
Hay que tener especial cuidado con
lo que se dice y cómo se dice, porque por supuesto, si estamos enamorados
tenemos miedo de que la persona no sienta lo mismo. Así que hay que hablar con
mucho cuidado, despacito y sin mirar a los ojos, cuidando cada palabra que sale
de nuestra boca para no hacerle saber nuestros sentimientos, pero tampoco para
que piense que no sentimos nada.
Repasá en tu mente las conversaciones unas siete u ocho veces después de
haberlas tenido. Sonreir mientras rememorás sus palabras es menester e imaginar
que quiso decirte que te amaba indirectamente es vital en este punto del juego.
Lo que pase de ahí en más depende de cuántas ganas tengas de jugar. El juego
dura tanto como uno quiere y nunca se repite dos veces la misma situación.
Puede ocurrirte que te encuentres con una persona que también está jugando.
Eso te asegura, si estás jugando bien, que no haya daños colaterales. Es un
riesgo encontrarte con alguien que no quiere jugar con vos, si ves que podés
estar en presencia de alguien así, alejate lo antes posible y comenzá de nuevo.
Si el corazón te palpita más de lo normal, probablemente estés aburriéndote
del juego y empezando a enamorarte de verdad. Evitá ese tipo de situaciones
engorrosas.
Lo importante es, al final del día, recordar que todo es solo un juego,
quitarte su rostro de la memoria e irte a dormir pensando en la última película
que viste y lo divertido que te resultó aquel comercial de cerveza.