jueves, 10 de marzo de 2011

Sola Hasta Tarde

Bueno, les comenté que soy una escritora aficionada. Hoy estuve leyendo algunos blogs y me dieron muchas ganas de escribir. La inspiración vino inmediatamente, por suerte.  Es un cuento de terror corto, disfruten :)


Sola hasta tarde...

Odiaba ser la última en irse a dormir. Nunca supe por qué, pero ver mi casa en silencio, con los corredores callados y la tenue luz de luna que se filtraba por las persianas ya bajas; me era una experiencia desagradable.
El asunto era todo un tema en mi casa: cada vez que de pequeña me desvelaba, mi padre tenía que quedarse conmigo hasta que me durmiese, y no me importaba qué tenía que hacer para conseguirlo. Ya más crecida, comprendí que no debía ser tan egoísta y me dispuse a instalar un viejo televisor en mi habitación para esas noches en vela. Sin embargo,  cada vez que los sonidos de la casa se iban apagando, me apresuraba a dejar lo que fuese que estuviera haciendo y me acostaba a dormir.
Las carreras por no ser la última despierta se prolongaron hasta una noche de marzo. Ya había cumplido mis 17 años y había ingresado a la universidad hacía poco, en ese momento decidí que debía crecer. Aprovechando la proximidad de un examen parcial, me dispuse a preparar una velada de estudio agradable. Preparé café, compré algo para comer, desplegué mis libros sobre la mesa de la cocina y comencé a estudiar.  Afortunadamente esa noche todos habían decidido trasnochar, las luces de los pasillos se prendían y apagaban, mis hermanos caminaban por las habitaciones, los televisores estaban encendidos. Todo este movimiento calmo mis ansias, y agradeciendo la familia comprensiva que tenía, pude concentrarme plenamente.
Alrededor de las 3 am, el movimiento cesó un poco. Lo supuse normal, porque mis hermanos tenían escuela al día siguiente y papa trabajaba. Mamá seguía despierta, porque de la habitación contigua se escuchaban murmullos (a ella le encanta leer en voz alta, pero  esa noche seguramente mantenía la voz baja porque no quería distraerme).
A las 5, decidí terminar e irme a dormir. Mamá seguía leyendo en el cuarto contiguo, de donde continuaban saliendo murmullos. Sin abrir la puerta, pues ella es muy quisquillosa con su privacidad, le dije “hasta mañana, disfruta la lectura”.
Caminé por el pasillo, la luz se apagó tras de mi. “¡Mamá siempre se anticipa a mis movimientos!” pensé.
Cuando llegué al cuarto de mis padres, para mi sorpresa, me encontré en la puerta con madre, quien con cara de dormida se frotaba los ojos. Entre bostezos, me dijo:
-“¡Qué bueno que hayas perdido tu miedo a quedarte sola! Nos fuimos a dormir temprano ayer, a eso de las 11, para no molestarte. Estabas tan concentrada que ni nos animamos a decirte buenas noches”.