"Frente a Frente" es uno de los cuentos que he escrito que más me ha gustado, sin embargo, siento que en cuanto a redacción aun tengo mucho que pulirle. Esto es un rework, pasados ya cuatro meses desde que lo publiqué, pero no es bajo ningún motivo el definitivo. Solo eliminé algunas cosas que sonaban muy pomposas y traté de reforzar la idea del final con más detalles. No se, ustedes me dirán.
L.C
Frente a Frente.
La tarde era cálida y ambas estaban sentadas una frente a
la otra. El sol entraba por la ventana, inundando el cuarto con un resplandor
dorado. Ellas cepillaban su cabello mientras conversaban.
-Tiene tantas cosas que me gustan
que tengo miedo de que sea perfecto.-
Dijo la primer mujer, con una sonrisa estúpida dibujada en su rostro.
-No existe tal cosa como la
perfección, y te consta. Es cuestión de tiempo para que empieces a verle
defectos que te desencanten...como siempre lo haces- Respondió la otra, con
aire desanimado.
- ¡Qué importa si no existe! ¿No
es hermoso lo mismo? Cuando el corazón te galopa en el pecho y la alegría te
inunda cada vez que él te habla, esos primeros días donde el amor es joven sin
las manchas de la rutina, sin las cadenas del compromiso. A merced de la
expectativa, donde la incertidumbre de sentir lo mismo te da un motivo para
levantarte cada mañana- Se mordió los labios pensando en esta idea.
Ambas mujeres suspiraron.
-Pero tarde o temprano se mancha.
La mancha se expande y termina por consumirlo todo ¿No te das cuenta? Por
ejemplo, ¿Qué te hace pensar que sos la única que suspira por las mismas
palabras? ¿Qué está haciendo él ahora? ¿Podrías asegurarme con tu vida que sus
cumplidos están dedicados exclusivamente a vos?- le respondió la segunda
mujer, quitándose el pelo de los ojos.
Su compañera hizo lo mismo.
-No, no puedo. Al contrario, sé
muy bien que no soy la única para él, no me malinterpretes. Pero es que es muy pronto aún. No puedo pedirle su corazón completo si yo apenas
he empezado a darle el mío.- Le constestó sin titubear. Se cruzó de piernas, su compañera la imitó.
- No me vengas con estupideces.
Las dos sabemos lo rápido que te enamorás y lo mal que la pasas cada vez que lo
haces. Y ¿desde cuándo no te importa ser la única? No quiero que vengas
después, con el corazón roto y los ojos llenos de lágrimas a mirarme fijo y
darme la razón. Creí que nos conocíamos mejor–. Dijo, los labios temblandole a
cada palabra.
Hicieron un silencio.
-El que nada arriesga nada ga…no,
no me mirés así. Tu problema es que sos demasiado pesimista.-
-Y tu problema es que sos
demasiado optimista.- replicó la otra, casi con desprecio.
-Tenés razón.- Exclamaron al mismo
tiempo.
Ambas mujeres se miraron a los
ojos y suspiraron.
Entonces se levantó y se apartó
del espejo.
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